viernes, 29 de julio de 2011

Mitos

Mito: Es un relato en el que participan seres sobrenaturales y acontecimientos extraordinarios tales como seres magicos, sobrenaturales, dioses heroes mountros entre otros

Diferencia entre mito y leyenda: el mito es una explicacion de un hecho que no se puede explicar y la leyenda siempre tiene algo de cierto y esta lagado al tiempo y la region de odnde se te interpreta generalmente es por la region o zona independientemente de la ciudad o estado donde se relate o sea proveniente

Del caos del universo

Antes de existir el mar, la tierra y el cielo, continentes de todo, existía el Caos. El sol no iluminaba aún el mundo. Todavía la luna no estaba sujeta a sus vicisitudes. La tierra no se encontraba todavía suspensa en el vacío, o tal vez quieta por su propio peso. No se conocían las riberas de los mares. El aire y el agua se confundían con la tierra, que todavía no había conseguido solidez. Todo era informe. Al frío se oponía el calor. Lo seco a lo húmedo. El cuerpo duro se hincaba en el blando. Lo pesado era ligero a la vez. Los dioses, o la naturaleza, pusieron fin a estos despropósitos, y separaron al cielo de la tierra, a ésta de las aguas y al aire pesado del cielo purísimo. Y, así, el caos dejó de ser. Los dioses pusieron a cada cuerpo en el lugar que les correspondía y estableció las leyes que había de regirlos. El fuego, que es el más ligero de los elementos, ocupó la región más elevada. Más abajo, el aire. La tierra, encontraba su equilibrio, la más profunda.

Hecha aquella primera división, los dioses redondearon la superficie de la tierra y puso límites al airado mar. En seguida, añadió las fuentes, los estanques, los lagos, los ríos, corrientes por la tierra y devorados por el océano. Él mandó extenderse a los campos, cubrirse de hoja a los árboles, elevarse a los montes y a los valles hundirse. Y así como el cielo estaba dividido en cinco zonas- dos a la derecha, dos a la izquierda y una en el centro, que es la más ardiente-, así mismo quedó dividido el universo. De las cinco zonas la del medio quedó inhabitable por el fuego; las dos de los extremos quedaron envueltas en nieves; únicamente las centrales ofrecieron templanza a la vida. Sobre éstas se elevó el aire, más pesado que el fuego, pero menos que el agua y la tierra; y en él se dieron las nubes, la niebla espesa, los truenos que espantan a los hombres, los vientos que forman vorágines y los granizos. El autor del mundo estableció la armonía en esta región: sin ella se hubieran desecho entre sí los elementos. Al euro e hizo soplar hacia Oriente. Hacia el Occidente al céfiro. Al bóreas le empujó hacia el Septentrión, y al austro hacia el Mediodía. Y por fin, dejo que el Éter, sin peso y sin escoria, formase ese color azul que llamamos firmamento.

Hermafrodita

Cierto día Afrodita y Hermes se miraron intensamente. Y descubrieron que se amaban.
Tan fuerte fue la atracción que sintieron, como poco duradero fue su encuentro. Pero de su unión nació un hijo, a quien sus padres llamaron Hermafrodito, fundiendo en uno sus nombres griegos.

Terminada su aventura, la diosa comenzó a sentirse acusada de un nuevo adulterio. Y viendo en su hijo un testimonio vivo de su traición, decidió separarse de él. Lo entregó al cuidado de las ninfas del monte Ida para que lo criaran y lo educaran.

Al cumplir 15 años, Hermafrodito abandonó a sus niñeras y se dispuso a recorrer las tierras griegas. Era tan bello como su divina madre pero no había heredado de ella su ardor amoroso. Ante lo encantos femeninos y perspectivas de aventuras, tímidamente bajaba los ojos y se retiraba.

Un día, al andar por una región soleada, el calor excesivo le hizo buscar un lago en el que refrescarse. El hijo de Hermes y Afrodita se desnudó y se zambulló en las límpidas aguas.

La ninfa Sálmacis, espíritu de aquel lago, no tardó en ver al joven. La visión de aquel hermoso cuerpo despertó en ella la más intensa pasión. Se desnudó también y se deslizó ágil y graciosamente en las aguas cálidas. Hizo todo lo posible por conquistar al joven, pero éste se resistía.

La titanomaquia

Apenas fueron creados Cielo y Tierra, un dios cruel se apoderó de ellos. Se llamaba Cronos. Se mostró tan afanoso de poderío, que hizo matar a traición a su mismo padre, Urano, porque temía que éste intentara destronarlo.

Pero tampoco después de este delito se sintió tranquilo Cronos. Un oráculo le había predicho que uno de sus hijos llegaría a ser algún día rey del Olimpo, destronándolo a él.

La esposa de Cronos, llamada Gea, se sintió feliz cuando dio a luz un hermoso niño. Lo presentó al marido para que lo acariciase, pero éste, temiendo que se cumpliera algún día la predicción del oráculo, devoró al niño.

La escena se repitió varias veces. Cada vez que nacía un hijo de Cronos, el cruel soberano del Cielo y de la Tierra lo devoraba, sin preocuparse por las protestas de su esposa.

Ésta, disgustada por tantos infanticidios, pensó salvar al hijo próximo a nacer y recurrió a las ninfas del bosque. Les pidió a éstas que se llevaran al recién nacido y lo cuidaran lejos del Olimpo.

Una gruesa piedra envuelta en blancos pañales sustituyó en la cuna a Zeus, que así se llamaba el niño.

Zeus creció fuerte y vigoroso en el bosque, rodeado de los cuidados de las ninfas y de los Coribantes, sacerdotes de la diosa Cibeles, uno de los nombres de Gea, Rea o Era. Cuando llegó a la edad adulta, el joven conoció la historia de su nacimiento y de los infanticidios de Cronos. Juró entonces poner fin al despiadado imperio de su padre, y para ello desencadenó a los titanes, gigantes que estaban encadenados desde hacía miles de años en las profundidades de oscuras cavernas.

No todos los titanes se aliaron con Zeus; muchos se pusieron de parte de Cronos. Durante largos años, la lucha fue tremenda. Los combatientes se arrojaban enormes rocas, que provocaban grandes sacudimientos sobre la Tierra.

Dado que la lucha seguía indecisa, Zeus pidió ayuda a los Cíclopes. Éstos eran gigantes que, encadenados en talleres subterráneos, forjaban rayos. El hijo de Cronos prometió liberarlos de las cadenas si estaban dispuestos a ponerse a su servicio, y ellos respondieron:

-Señor, estamos de tu parte y te obedeceremos.

Los rayos de los Cíclopes fueron más eficaces que las rocas arrojadas por los titanes adversos, y éstos fueron arrojados al triste reino de los muertos.

Zeus pudo entonces, dominar en el Cielo y en la Tierra, sobre los hombres y los dioses, regulando el curso de los astros desde la cima del monte Olimpo.

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